En arquitectura, se denomina nave a cada uno de los espacios longitudinales en que se divide por su eje largo un edificio basilical. La separación de un edificio en naves, o ámbitos separados unos de otros por una sucesión de apoyos- columnas o pilares-, lo que permitía multiplicar la superficie cubierta de los edificios de gran amplitud, procede de la arquitectura civil romana, por evolución de la "Stoa", o pórtico griego. Esta articulación servía, además, para facilitar la iluminación de estos grandes espacios ya que, si el número de naves era impar, la nave interior – central-, se iluminaba mediante un claristorio de ventanas ubicadas sobre los muros sobreelevados de sus columnatas laterales, lo que daba a la basílica su característico aspecto escalonado. En la Roma republicana, la basílica fue el espacio público destinado a las reuniones a cubierto, sede de los distintos colegio y corporaciones de comerciantes, de los cambistas y banqueros, de los tribunales de justicia y otras instituciones civiles, y, más tarde, fue el modelo arquitectónico escogido por el Cristianismo oficial para acoger las grandes asambleas de fieles reunidas para la ceremonia de la misa.
Desde los primeros tiempos del Cristianismo se utilizó la división en naves de las grandes basílicas de culto para jerarquizar los espacios, según sus distintos usos litúrgicos: la nave lateral situada a la derecha del altar, mirando al pueblo (desde la ubicación del celebrante), denominada "del Evangelio", se reservó a las mujeres, mientras que la situada a la izquierda, "de la Epístola", era en la que se situaban los varones, reservándose la nave central para las procesiones del clero. Muchas veces, en los mayores edificios, se disponía además otra nave ante el santuario, perpendicular a las demás, denominada transepto, que servía para facilitar la circulación ante el altar del clero, muchas veces numeroso, que participaba en la liturgia de las Fiestas Mayores del calendario cristiano, celebradas en estos grandes edificios.
En la arquitectura religiosa del Reino de Asturias, conservamos numerosos ejemplos de arquitectura basilical, asociada a los templos monásticos dispersos por toda la región, y a los de la sede episcopal de Oviedo, caracterizados todos ellos por la capacidad económica exhibida por sus promotores. La configuración normal de estos templos es basilical de tres naves, al extremo de las cuales, por lo general, se sitúan sendos santuarios, conservándose únicamente dos ejemplos (Santianes de Pravia y Santullano, en Oviedo), de templos equipados con nave transversal, aunque algunos otros sin duda la tuvieron, la mayoría en Oviedo.