Fundado en el s. X por el obispo Gudesteo en terreno de jurisdicción episcopal (en la parte O del atrio de San Salvador, entre dicho templo y el de Santa María), como fundación particular, ya que en él profesaría como monja su sobrina Legundia. Permaneció, en usufructo, en manos privadas hasta que en 1051 la curia regia, presidida por Fernando I, decretó su pertenencia a la catedral, aunque, reducido a la mitad, siguió en manos privadas hasta 1161, en que una nueva "Donación" de la reina Doña Urraca "La Asturiana", lo reintegró totalmente a San Salvador. Se sabe de la existencia de su iglesia, y que al sur de la misma se encontraba la casa, separada de San Salvador por un muro.