Análisis historiográfico de las cercas de Oviedo

¿Existió un «Oppidum» romano en Oviedo?

Pese a las diversas opiniones empeñadas en señalar un origen romano al urbanismo ovetense, originadas en débiles y vagos apuntes historiográficos, y defendida, sobre todo, a partir de la segunda mitad del s. XX, sobre la base de las excavaciones realizadas en el solar del palacio episcopal ovetense y costado sur de la catedral de San Salvador por Víctor Hevia Granda y José Maria Fernández-Buelta (FERNÁNDEZ-BUELTA, HEVIA GRANDA; 1984), no existe ningún argumento de peso, ni documental, ni arqueológico, que permita defender una ciudad romana en Oviedo, ni por tanto la existencia de un recinto defensivo rodeando la misma.

Oviedo Romano Ss. III - VI d. C. Oviedo Romano Ss. III - VI d. C.

Etapa fundacional: una posible cerca de Fruela I

Fruela I, al permitir el asentamiento de los monjes de San Vicente en el lugar de Oviedo, y establecer las basílicas del Salvador y los santos Julián y Basilisa, y, tal vez, alguna dependencia residencial de carácter regio, da comienzo a la historia urbana de la localidad, ya que la importancia de las fundaciones denuncia la intención de establecer una ciudad, sede de un nuevo episcopado y del solio regio. Sin embargo, no contamos con elementos objetivos que permitan interpretar el alcance de sus fundaciones mas allá de las iniciativas citadas, ya que las referencias a las mismas, una documental ("Testamentum" de 812 de Alfonso II a San Salvador), y otra epigráfica (lapida fundacional de San Salvador), alcanzan únicamente los mencionados edificios.

Oviedo de Fruela I. S. VIII d. C. Oviedo de Fruela I. S. VIII d. C.

Etapa de Alfonso II: el muro del atrio catedralicio

El hijo de Fruela I, asentado definitivamente en el poder, retoma, en torno al año 800, la iniciativa paterna, que perfecciona finalmente en 812, año en que otorga donación solemne del conjunto de sus fundaciones al episcopado y clero de Oviedo. Dichas fundaciones comprenden iglesias, casas, edificios en general, un acueducto, y un muro que, se señala expresamente, rodea el conjunto edilicio, siéndole atribuible, por tanto, carácter defensivo. Por tanto es la muralla de Alfonso II, la primera de la que existe constancia documental, habiendo sido objeto de atención por parte de los historiadores a partir de la época moderna. Así , Luís Alfonso de Carvallo (CARVALLO, 1988), la considera estructura defensiva débil y de escasa entidad, identificándola Ambrosio de Morales (MORALES, 1977), con un muro edificado para la defensa de la catedral de San Salvador, sin mayores precisiones.

Será a partir del s. XX cuando comiencen las especulaciones en torno al trazado del perímetro defensivo recorrido por la misma, existiendo tres hipótesis principales, correspondientes a sendos autores.

Fortunato de Selgas (SELGAS ALBUERNE, 1908), supuso que la traza de la cerca se ceñía estrictamente al espacio definido por los templos integrantes del conjunto catedralicio: los templos de San Salvador, Santa María y San Tirso, y los edificios necesarios para el alojamiento y manutención del clero al servicio de la catedral, así como un "amplio espacio", que define como cementerio, y que sitúa en el lado O del conjunto. Para Selgas, la subsistente torre de San Tirso, y la torre vieja de San Salvador, serían baluartes de la muralla, lo que da una idea de las dimensiones extremadamente reducidas del conjunto que propone, que por el E se cerraría a escasa distancia del ábside catedralicio, por el N hay que suponer que inmediato al templo de Santa María, y por el O inmediato al imafronte de San Tirso. Aunque el trazado de la muralla que propone define la tipología clásica de una «civitas episcopal», no tiene en cuenta las pistas suministradas por la documentación medieval, de la que ya entonces disponía, y que invalida el trazado que propone para la cerca.

Muralla de Alfonso II según Fortunato de Selgas (1908). Muralla de Alfonso II según Fortunato de Selgas (1908).

Ricardo Casielles (CASIELLES, 1956), propone un trazado más amplio, que apoya para su ubicación en diversos indicios documentales de diferentes épocas, desde la Edad Media a la moderna, y que pueden considerarse, en general, fiables -aunque no todos fueron interpretados de modo correcto por el autor- dando como resultado un trazado que define con aceptable precisión lo que debieron ser los límites del atrio catedralicio, o sea, de la «civitas» de Alfonso II, y que rodearía los templos del conjunto catedralicio, así como el palacio episcopal, siguiendo por el S el trazado de la actual calle Canóniga (que en la Edad Media recibía el significativo nombre de "Barredo", aludiendo a un cierre defensivo), continuando al O del imafronte de San Tirso, doblando al N en paralelo al límite de la basílica de Santa María, y hacia el E siguiendo el trazado de la actual calle de San Vicente, dejando al interior de la misma el monasterio de San Vicente, y terminando en el entronque de Canóniga con San José (donde, en opinión del autor se conservaría uno de los muros laterales del "arco viejo de Regla", reutilizado como muro medianero de una finca particular), donde comenzamos el recorrido de la misma. El trazado que define Casielles con su muralla, pese a contar con una vacilante argumentación en algunos puntos, ofrece un perfil oblongo que es el más realista, a nuestro parecer, de todos los posibles adscribibles al muro de este monarca.

Muralla de Alfonso II según R. Casielles (1959). Muralla de Alfonso II según R. Casielles (1959).

El profesor D. Juan Uría Ríu, en una obra clásica sobre los primeros siglos del urbanismo ovetense (URÍA RÍU, 1967), diseña un modelo de muralla basado, al igual que el de Casielles, en las referencias documentales, y que solo difiere del de aquel, en la concepción de su traza: la de la muralla de Uría se basaría en la aplicación de estrictas reglas de agrimensura, de lo que resulta una muralla de perfil rectilíneo; la de Casielles –que abarca prácticamente la misma superficie- en un trazado que sigue el perfil orográfico de la colina Ouetdao, resultando un perfil oblongo.

Muralla de Alfonso II según J. Uría (1967). Muralla de Alfonso II según J. Uría (1967).

La muralla de Uría podría corresponderse, en su lado O, con el fragmento de muro, de aproximadamente 1.5 m de espesor y unos 3-4 m de longitud, hallado en seguimientos arqueológicos de obras en la década de 1990 frente a la capilla de La Balesquida, y que seguiría el perfil de las calles Rúa y San Juan, definiendo el trazado de la muralla en dirección N. El resto de la traza de este muro, hipotéticamente, seguiría en dirección E, por el interior de la línea marcada por la actual calle de Jovellanos, hasta el entronque de esta con la calle de San Vicente, donde, a decir del autor, doblaría en dirección S, siguiendo, también por el interior, el trazado de dicha vía, hasta la Corrada del Obispo, donde doblaría de nuevo, en dirección O, a encontrarse con el lienzo del lado O, donde comenzamos.

El trazado de esta muralla es probable en su lado O, aceptable para sus lienzos N y S, y discutible en el E. Por esta parte, extraña que la muralla se construyera dejando fuera la actual vía de acceso, máxime cuando, muy próximo por el E, se encuentra un pronunciado desnivel que recorre, por dicha parte, todo el perímetro de la colina. No trazar el muro arrimado a dicho terraplén constituye un grave error desde el punto de vista de la poliorcética, de difícil explicación, pues, al construir el muro se trataría de proteger el acceso al interior de la ciudad, aprovechando los obstáculos naturales existentes. A este respecto, se ha identificado, recientemente, como "bastión" de este supuesto muro propuesto por Uría, la estructura aparecida en el paño E del claustro moderno del monasterio de San Vicente (actual museo arqueológico provincial), consistente en un muro de sillarejo, de traza semicircular, apoyado en un zócalo de mayor grosor, a cuyos lados N y S no se encontró -como sería de esperar caso de tratarse de la muralla- la lógica continuación del trazado de la misma.

En su tesis sobre el Oviedo Antiguo y Medieval, el profesor D. Vicente José González García, interpreta los mismos indicios documentales en otro sentido, dando a la muralla de época de Alfonso II idéntico trazado al de la muralla erigida en el s. XIII por orden de Alfonso X, que por tanto considera una restauración. Esta interpretación presenta la evidente dificultad de obviar la documentación medieval que indica la existencia de un trazado murario anterior, situado al interior de la muralla que propone, la cual, en todo caso, debería atribuirse a Alfonso III.

Por último, Juan Ignacio Ruiz de la Peña e Isabel Beltrán (R. DE LA PEÑA, BELTÁN SUÁREZ; 2007), proponen una variante combinación de varias de las anteriores hipótesis, resultando una muralla con el trazado sur y oriental propuesto por Uría, el occidental que coincide con el propuesto por Selgas, dejando fuera del atrio la iglesia de San Tirso, y extendiéndose, por el N, hasta coincidir con los vestigios de muro altomedieval conservados en la calle de Jovellanos, que por tanto identifican como pertenecientes al muro de Alfonso II.

Propuesta de trazado de la muralla de Alfonso II por parte de J. I. Ruiz de la Peña e Isabel Suárez Beltrán. Propuesta de trazado de la muralla de Alfonso II por parte de J. I. Ruiz de la Peña e Isabel Suárez Beltrán.

A las dudas que suscita la interpretación como obra defensiva del supuesto "bastión" descubierto bajo el claustro moderno del monasterio de San Vicente, hay que sumar la interpretación arbitraria de San Tirso como iglesia ajena al complejo catedralicio, basándose únicamente en su posible carácter de "capilla palatina" asociada al palacio de Alfonso III, así como resulta también arbitraria la interpretación de los restos altomedievales de la muralla N como pertenecientes al muro de Alfonso II.

Etapa de Alfonso III: el muro de la «Civitas Regia»

Alfonso III, desde que asciende al trono, acomete importantes tareas edilicias consignadas por las Crónicas: la restauración de los templos y "la edificación en Oviedo de una ciudad con regias aulas". De hecho, dentro de estos trabajos, los cronistas historiadores de época moderna, como Luis Alfonso de Carvallo (CARVALLO, 1988), le atribuyen las murallas "altas y almenadas", que podían contemplar en su época, a finales del s. XVII.

Muralla de Alfonso III según R. Casielles (1959). Muralla de Alfonso III según R. Casielles (1959).

Sin embargo, para los historiadores del s. XX, tras Alfonso II no se acometieron nuevas obras defensivas integradoras del más que probable crecimiento de la población: Uría (URÍA, 1967), considera clara la alusión documental en la donación regia del año 896, en el sentido de la situación extramuros de Oviedo del palacio de Alfonso III ; Santos García Larragueta (GARCÍA LARRAGUETA, 1962), estudioso de los documentos altomedievales de San Salvador, considera que, si existió un nuevo sistema defensivo atribuible a Alfonso III, este nunca tuvo carácter global, y se limitó a cerramientos puntuales y dispersos.

En función de estas argumentaciones e interpretando la documentación medieval, Ricardo Casielles traza una cerca adherente a la de Alfonso II por el NO que se limita a cercar el palacio de Alfonso III, enlazándolo con la fortaleza adyacente atribuida a dicho monarca. Se configura en una estrecha faja amurallada, que corre hacia el O siguiendo el trazado de la calle Jovellanos por el N con su límite O en la mencionada fortaleza, para volver hacia el E, a encontrarse con el muro de Alfonso II, siguiendo el trayecto de la actual calle Schultz, antigua vía ante el palacio de Alfonso III.

Dicha hipótesis es válida para definir el lado N del recinto murado de Alfonso III, pero a día de hoy está superada, debido al hallazgo, en excavaciones en la calle Cimadevilla (Calleja de los Huevos), en 1992, de un lienzo de muro, situado a unos 3,5 m al N de la muralla del s. XIII, que probablemente se corresponde con el lienzo O del muro de Alfonso III, que iba a enlazar con la fortaleza.