De las tres basílicas que constituían el conjunto catedralicio ovetense, la de San Tirso constituía la iglesia martirial, típica en este tipo de conjuntos eclesiásticos, característicos de las sedes episcopales.
Actualmente presenta la configuración adquirida a través de las sucesivas modificaciones históricas de su morfología, que abarcan un arco temporal desde -presumiblemente-, la baja Edad Media, hasta el Barroco, con una rehabilitación en el último cuarto del s. XX, a la que debe su aspecto actual.
Aunque los restos conservados son escasos, constituyen lo más significativo de lo subsistente de las tres iglesias principales del conjunto, y consisten básicamente, en el muro testero del ábside único con el que contaba el edificio, y otros indicios arqueológicos que sirven para, al menos, delimitar posibilidades en torno a su morfología, y que comentamos en la siguiente sección, para pasar, seguidamente, a formular un conjunto de tres hipótesis reconstructivas en función de los mismos.