Muralla de Alfonso III

Arqueología

Los fragmentos identificados de la muralla de Alfonso III son mucho más abundantes que la del primitivo muro del atrio catedralicio, atribuible a la munificencia de su antecesor Alfonso II, aunque, en su mayor parte, adolecen de la necesaria y suficiente investigación arqueológica y, salvo el tramo situado en la calle de Jovellanos, incorporado a la fachada del monasterio de San Pelayo, y el (hipotético) de la calle del Paraíso, no son visibles, permaneciendo ocultos en la actualidad, enterrados, o en la trasera de edificios, como ocurre en la calle Ramón y Cajal, ante el edificio histórico de la Universidad, donde aún podrán realizarse excavaciones arqueológicas adecuadas cuando se rehabiliten o derriben los edificios fronteros a dicha vía.

Es importante reseñar que, aunque el trazado de la muralla de Alfonso III sigue el mismo trayecto que la posterior muralla del s. XIII ejecutada bajo el reinado de Alfonso X, no se trata del mismo muro. En efecto, ha podido constatarse la proximidad de ambos, y que, en ocasiones, se verificó la ruina de la muralla altomedieval en el momento de la erección de la medieval de Alfonso X. Así en la calle Jovellanos, donde ambos muros se encontraban a una distancia de unos 3 m; en la Calleja de Los Huevos, donde la distancia era algo mayor, unos 8 m, pero donde se constató que, a finales del s XIV, el muro altomedieval ya no era visible, habiéndose utilizado, previsiblemente, sus materiales, en la obra de la cercana nueva muralla, en la que apoyaron las casas consistoriales, como atestigua la cartela conservada en la jamba O de la puerta de Cimadevilla, que reproducimos aquí.

De todos los tramos conservados y estudiados, el que mayor relevancia ha tenido y más información arqueológica ha proporcionado, de modo que resulta, gracias a ello, plenamente identificable como muro defensivo, es el situado en la Calleja de los huevos, en la trasera E de la ampliación de las Casas Consistoriales llevada a cabo en la década de los años veinte del pasado siglo, e investigada en el curso de las excavaciones arqueológicas de la década de los noventa del mismo s. XX por los arqueólogos Rogelio Estrada García y Sergio Ríos González. A la amabilidad de este último debemos la reseña acerca del hallazgo que reproducimos a continuación:

“Esta estructura (...) de aproximadamente 22 m. De longitud (...) es un muro de mampostería irregular, aunque en ocasiones aparecen sillares de buen tamaño y excelente factura (...) unidos con argamasa de cal (...) La anchura en las zonas mejor conservadas ronda los 1,30-1,40 m (...) la longitud y anchura del mismo es ciertamente inusual en una casa de la época (...)”

Estado actual de la calleja de los huevos, en cuyo lateral S apareció un importante tramo de muro, anterior al s. XIII, atribuible a Alfonso III. Vista hacia el E. Calleja de los Huevos. Tramo de muralla altomedieval, de 1,5 m de anchura, atribuible al reinado de Alfonso III (866 – 910). Vista hacia el E. Calleja de los Huevos. Tramo de muralla altomedieval. Vista hacia el O. Calleja de los Huevos. Tramo de muralla altomedieval. Sillares del paramento exterior S del muro. Cartela alusiva a la restauración de las Casas Consistoriales de Oviedo en 1780, situada en la muralla de Alfonso X.

En la actualidad se encuentra de nuevo enterrado, aunque con la debida protección inherente a la intervención arqueológica, bajo el pavimento de la calleja.

Con el reciente derribo (es de esperar que pronto se producirán más), de una de las casas de la Calle Ramón y Cajal, quedó a la vista un bajo tramo de muro sobre el que se situaba una de estancias del inmueble. Este muro, hoy oculto por la nueva construcción, se encuentra más al O que el de Alfonso X que en este tramo se derribó en el s. XIX, conservándose, previsiblemente, en la trasera de otras construcciones de esta vía.

Calle de Ramón y Cajal. Resto de muro defensivo altomedieval que servía de suelo a una habitación.