Santa María de Naranco

Análisis estructural y constructivo

El edificio se dispuso en lo alto de la falda N del monte Naranco, sobre una pequeña terraza, agrandada artificialmente por el lado S, a fin de dotarlo de una amplia plataforma horizontal en torno a su perímetro. El sistema de cimentación es inexistente por el lado N, donde la plataforma es tangente a la ladera del monte. Sin embargo, y para evitar un posible deslizamiento de la construcción hacia el S, por efecto del empuje de dicha ladera, se dispuso por ese lado una plataforma de bloques pétreos, terminado en talud de contención hacia el S, sobre la que asienta esa parte de la edificación.

Corte mostrando la estructura de las bóvedas y el sistema del contrarresto de empujes. Corte mostrando la estructura de las bóvedas y el sistema del contrarresto de empujes.

Todo el edificio descansa sobre un zócalo perimetral, ejecutado en sillarejo (aprox. 1 m de ancho x 1 m de altura exterior), sobre el que se alzan la totalidad de los muros de la construcción, repitiendo por el exterior el contorno de los mismos, sirviendo, además, de apoyo a los contrafuertes.

Sobre dicho podio se disponen los muros articulados: al exterior en forma de contrafuertes de sección cuadrada, que se decoran con acanaladuras -al estilo romano-, y al interior, en la planta baja, formando un bancal sobre el que descansan las impostas de los arcos fajones de la bóveda que la cubre. Dichos muros se conforman también en sillarejo, en toda la planta baja, abriéndose en ellos un total de 10 ventanas cuadradas, y 4 puertas de acceso, todas ellas rematadas en arcos de medio punto, cuidadosamente enmarcados por jambas y dovelas decoradas con acanaladuras análogas a las de los contrafuertes.

Frente al carácter macizo de la planta baja, la alta, principal, y que, en consecuencia, la dobla en alzado, se conforma con un carácter más abierto, con cuatro grandes ventanas (de incierta estructura original), y dos puertas, todas ellas simétricas, en el salón central, y los cuerpos diáfanos de los pórticos columnados (miradores o velvéderes), situados a E y O Esto se posibilita por el estudiado sistema de apoyos de la bóveda, fundamentado en el mencionado sistema de articulación de los muros: por el exterior, los contrafuertes reciben el empuje (por otra parte escaso, por estar construídas con materiales ligeros), de las tres bóvedas que cubren los respectivos espacios; mientras que, por el interior, los pilares -que apoyan sobre los machones de las enjutas de los arcos fajones de la bóveda de la cripta-, sirven de apoyo a una arquería ciega, que recibe las mencionadas bóvedas, liberando los muros, y permitiendo la apertura de los huecos de los miradores y de las grandes ventanas del salón central. Los muros de este piso noble presentan doble tipología constructiva: sillarejo en los laterales -por exigencia de la articulación de los mismos- (0.6 m de ancho, aprox.), y sillares engatillados en las fachadas de los pórticos E y O, más estrechos, al no precisar articulación, por no realizar función alguna de sostén de la bóveda.

La aplicación de un evolucionado sistema de composición estructural de apoyos, que permite el abovedamiento total de los espacios, a los que se otorga, además, un carácter monumental, demuestra la vigencia, en la Asturias del s. IX, de los modelos arquitectónicos y constructivos romanos. Esto, a nuestro juicio, no debe ser interpretado en el sentido de una "pervivencia singular" de los mismos en el marco geográfico del Reino de Asturias, sino, más bien, en el de la existencia de un marco de relaciones, articulado por dicha entidad política, que posibilitó la presencia de maestros procedentes del ámbito cultural del Imperio Bizantino, actuantes en Asturias, en el marco de los diferentes talleres responsables de la edilicia de mayor prestigio, de los que, el maestro anónimo de Naranco debió ser uno de los máximos exponentes.