Santa María de Naranco

Reseña histórico-artística

Es el monumento más representativo y conocido de la arquitectura altomedieval del Reino de Asturias, y de una de las obras cumbre de la arquitectura universal. De enigmática interpretación, podemos decir, sin embargo, con seguridad, que se trata de un edificio en el que el símbolo trasciende, con mucho, a la función o funciones que sin duda desempeñó durante su etapa de uso civil, de entre las cuales, podemos excluir, desde luego, la de uso residencial privado, tratándose, con seguridad, de un edificio ceremonial y representativo, en resumen, el edificio noble del conjunto regio de Naranco.

Evolución histórico-constructiva de Santa María de Naranco. Evolución histórico-constructiva de Santa María de Naranco.

El edificio conocido como Santa María de Naranco, aparece así referido (con seguridad), por primera vez en la Crónica Silense (s. XII), que refiere como Ramiro I había edificado un palacio en la ladera del monte Naranco, convertido más tarde en iglesia, dedicada a la Virgen María. La fecha de su conversión en iglesia hay que situarla a partir de 857 (donación de Ordoño I a San Salvador de la villa de Liño), y 905 (donación de Alfonso III en la que se delimita con exactitud el coto de dicha villa). Tanto la citada crónica como las anteriores contemporáneas del Reino de Asturias (Alfonso III, versiones Rotense y Sebastianense; Albeldense), refieren en tono de admiración como Ramiro I había construído muchos edificios de piedra y mármol, de obra de bóveda, sin madera, en la ladera del monte Naranco (Naurantium), a dos millas de Oviedo. Por tanto este edificio formó parte de un conjunto mucho mayor, del que se han hallado algunos indicios en sondeos arqueológicos, pero del que actualmente se sabe muy poco.

Se trata de un pabellón rectangular de eje mayor E-O, con unas dimensiones aproximadas de 20 m (longitud), 10 m (anchura, de los que, aproximadamente unos 6 m corresponden al cuerpo principal, y 2 m a los pórticos laterales N y S), y unos 9 m de altura total; de dos plantas, se desarrolla axialmente en torno a un pórtico central, según modelos romanos de la tardo-antigüedad -superadas otras interpretaciones, que comentaremos posteriormente-, actualmente bien estudiados, por lo que el edificio posée una segura filiación en modelos mediterráneos, contemporáneos a su construcción (ver análisis estructural y constructivo).

El edificio presenta un cuidado y complejo proyecto geométrico- proporcional, repitiéndose una configuración tripartita tanto en planta como en alzado, longitudinal y transversalmente (ver análisis compositivo y metrologico).

Es seguro que el edificio desempeñó una o varias funciones capitales dentro del conjunto edilicio regio de Naranco, aunque sólo podemos establecer hipótesis respecto a cuáles fueran los usos concretos del mismo (ver análisis espacial y funcional).

La sala central, constituyó, a nuestro juicio, el espacio ceremonial, y por tanto representativo, del edificio. Se accede a ella por sendas escaleras dispuestas axialmente a los lados del pórtico N, que desembocan en una antesala abierta al exterior, en el piso alto de dicho pórtico. El pavimento de la sala (de un "opus signinum" basto), está a un nivel inferior al del pórtico, lo que motiva la existencia de un rebanco perimetral, que sirve de podio a las pilastras que sostienen la arquería ciega que recorre todo el perímetro interior de la sala, reforzando los muros exteriores a fín de recibir la bóveda de cañón que cubre el espacio. La arquería ciega se desarrolla axialmente a partir de los arcos centrales -correspondientes con los huecos de acceso a los pórticos-, mediante tres arcos más a cada lado del mismo, con la particularidad de ir disminuyendo, tanto en alzado como en amplitud respecto al central, de modo que se produce un efecto de perspectiva, para el observador que penetra en la sala y dirige su vista a los testeros de la misma, a E u O, acentuada por la presencia, tras dichos testeros, de los respectivos miradores abiertos al exterior; se trata de un ejercicio de concepción espacial francamente romano. Las arquerías perimetrales de los muros testeros de la sala se articulan en triple arco, con el central de mayor amplitud que los laterales, apoyando en las consabidas pilastras, concibiéndose como pórticos de glorificación, según un modelo de marco arquitectónico de representación del Príncipe muy utilizado en la tardo-antigüedad y el Imperio Bizantino; sobre estas arquerías, en los tímpanos de la bóveda, se sitúan sendas ornacinas enmarcadas por arcos y jambas con acanaladuras. Debido a su función representativa, en este salón se concentra la mayor riqueza decorativa, expresiva de una simbología de discutido significado por parte de los diferentes autores, pero que, para nosotros, pone en relación el poder del Príncipe con la aplicación inefable de la justicia divina, como explicaremos en detalle más adelante. Para ello se utiliza una simbología alusiva (G. de Castro, 1995): en los capiteles facetados que rematan las pilastras de sostén de la arquería ciega (parejas de guerreros y felinos afrontados, articulados en dos pisos mediante una separación de columnas y arcos sogueados, en el frente; personajes con ropa talar, en actitud contemplativa, en los laterales); en los 16 medallones, pendientes de bandas, situados en las enjutas de los arcos (los medallones, copias de sellos paleobizantinos y paleoislámicos, con representaciones de felinos, quimeras, cisnes, alusivos a la autoridad y majestad del Príncipe; las bandas, representaciones de profetas, en el campo superior, y escenas de guerra, en el inferior, aludiendo a la inefabilidad de la palabra de Dios, y, por ende, de la justicia divina, administrada por el Príncipe, representante de Cristo en la tierra); todo ello reforzado en los muros testeros -adonde se dirigiría la mirada del observador-, por la presencia de la cruz (en las bandas, con el Alfa y el Omega pendientes, y tal vez también en las ornacinas situadas en los tímpanos de la bóveda). Cabe mencionar, por último, la más que probable presencia en esta sala central del altar (del que una réplica se encuentra instalada actualmente en el mirador E), que describiremos en su lugar correspondiente, pero cuyo significado está asociado al de la función ceremonial de la sala. No se trata de un altar consagrado para el culto (G. de Castro, 1995), ya que faltan elementos imprescindibles que testimonien su consagración (la referencia al ministro que la realiza, la deposición de reliquias...). Se trata por tanto de un altar que responde a un voto privado (el del Príncipe Ramiro y su esposa Paterna), de carácter penitencial, y que contiene asímismo una fórmula de alabanza a la divinidad, ejemplificante de la práctica canónica de la fe católica. Es decir, nosotros vemos en esta sala el marco simbólico expresivo de unos usos ceremoniales, probablemente relacionados con la administración de justicia por parte del Príncipe.

Por último, los miradores, que rematan la planta principal por el E y el O, constituyen otro eco de la romanidad, con idéntica función a la de las antesalas anexas a los espacios representativos de los palacios romanos. Reproducen un esquema tripartito de pórtico triunfal, constituido por tres arcos de medio punto, con dovelas acanaladas de caracterísitica clave en forma de "tau", sobre columnas exentas en el centro, y semicolumnas en los laterales, rematadas por capiteles corintios, copias locales altomedievales de capiteles corintios clásicos, que constituyen la cumbre de la escultura altomedieval hispánica. En el interior se vuelve a encontrar la arquería ciega perimetral, con los mismos apoyos en pilastras sogueadas, talladas imitando un haz de cuatro columnas, rematado por los ya mencionados capiteles facetados, con un total de 6 medallones pendientes de bandas, de idéntico formato a los de la sala central. Al exterior, sobre la arquería triunfal, se dispone, a modo de ático, otra arquería tripartita, sostenida por columnas y semicolumnas dobles, de fuste sogueado y capitel corintio de hojas nervadas; su función es decorativa, ya que dan luz al mismo ámbito del mirador. En las enjutas de los arcos de las fachadas E y O aparecen de nuevo los medallones pendientes de largas bandas, que ascienden hasta el alero del tejado. Cabe decir que, en la fachada O, se aprecia la única agrupación temática de medallones a los que se podría otorgar un sentido simbólico, al representarse 2 parejas de gallos afrontados. El suelo de ambos miradores es de madera, correspondiéndose con el techo de las habitaciones laterales de la planta baja. Su techo es de bóveda de cañón articulada por fajones, siguiendo idéntico esquema, y siendo continuación, de la bóveda de la sala central. Los miradores estuvieron provistos de antepechos, cuya huella es visible en los cajeados dispuestos, para recibirlos, en los fustes de las columnas; nosotros creemos probable que fuesen de madera, pues ningún resto de los mismos se ha conservado, lo que extraña, tratándose de, al menos, 14 piezas.

El edificio altomedieval se encontraba revocado completamente, tanto al interior como al exterior, donde se han encontrado huellas de revoco de estuco en un tono amarillo siena (tierra siena), con detalles de policromía, en rojo siena, en los planos inferiores de las piezas talladas en bajorrelieve (acanaladuras de arcos y contrafuertes, campos del fondo de los medallones, etc.). Las pinturas se perdieron en la restauración de 1929, realizada por D. Luis Menéndez Pidal, al picarse sistemáticamente todos los revocos que conservaba el edificio, desapareciendo los antiguos junto a los de época moderna.

Santa María de Naranco: piso terreno. Santa María de Naranco: planta principal.